Es asimismo buena manera de hacer burlas, en la cual también se pueden fundar gracias, cuando mostráis creer que uno quiere hacer una cosa, y en la verdad no quiere hacella, como estando yo una tarde, después de cenar, en la puente de Lyon, y andando allí burlando con Cesare Beccadello, comenzamos a trabarnos de los brazos como si quisiésemos luchar. Esto hacíamos porque nos parecía que en la puente no había nadie, y estando así acudieron dos franceses, los cuales, viéndonos tan revueltos, preguntaron qué era, y paráronse por ponernos en paz, pensando que reñíamos.
Yo entonces prestamente dixe: Ayudadme, señores, que este cuitado de hombre a ciertos tiempos de luna enloquece, y veis aquí agora como le ha tomado esta locura de quererse echar de la puente abaxo. Aquellos dos entonces arremetieron, y juntamente conmigo tomaron a Cesare, y teníanle muy asido, y él siempre volviéndose a mí, decíame que yo era loco y forcejeaba por descabullirse, los otros entonces teníanle más recio, de manera que comenzó a cargar mucha gente, y cuanto más el buen Cesare andaba dando de las manos y de los pies, porque ya estaba enojado, tanto más era la gente que acudía, y viendo todos la fuerza grande que él ponía por soltarse, tenían por determinado que todo aquello hacía por echarse al río, y por eso trababan más reciamente dél. Llegó la cosa a tanto, que al cabo muchos se juntaron para tomalle, y así cargando todos dél, le llevaron en peso al mesón, todo desbaratado y sin bonete, y amarillo de cólera y de vergüenza, que, en fin, no le aprovechó cosa que dixese, porque de una parte los franceses no le entendían, y de la otra yo también, ayudando a llevarle al mesón, andaba siempre doliéndome de su desdicha que así hubiese enloquecido.
Baldassare Castiglione, "El Cortesano", 1528.