Un buen elemento para la evocación del pasado es la vestimenta de los personajes que lo pueblan. Su visión o su mera descripción nos indican dónde o incluso "cuándo" estamos según las prendas, estilo y colores, e incluso conocer el modo de vestir de los habitantes de un lugar completamente fantástico nos permitirá sintonizar mentalmente con su ambiente y tono, al relacionarlo con las modas similares que podamos conocer y que provengan de alguna época concreta.
En cuanto al Rol, la descripción del vestuario que va a moverse por nuestras tablas imaginarias cumple esa función de situar al jugador y ayudarle a entrar en su papel, además de ser motivo de disfrute para los aficionados a las curiosidades históricas (o incluso a la Historia de la moda, que los hay), cosa especialmente importante en una ambientación como Feldkirch. Sin embargo, descripciones demasiado prolijas en mitad de una partida pueden entorpecerla o, peor aún, convertirla en un pase de modelos. Es necesario contar con un vocabulario concreto que nos permita definir rápidamente qué lleva un personaje o entenderlo cuando nos lo digan, y que nos haga partícipes de la diversión en vez de distraernos. Este Post va a intentar servir de ayuda a este respecto. Abramos pues el arcón y veamos qué tenemos dentro, que para ir en forro polar tenemos todo el resto del tiempo.
El común de los ropajes.
La camisa, que en esta época no está abierta por delante, es una prenda común a ambos sexos y a toda la sociedad. Se considera hasta cierto punto una prenda interior en comparación con la actual, pero esa es la diferencia principal. La que lleva el común de los mortales suele estar hecha de lino o de lana y tiene un tono crudo, sin blanquear. La ropa interior la pueden completar unos calzoncillos largos (más o menos hasta la rodilla) o una tela dispuesta a manera de taparrabos.
En cuanto a la vestimenta masculina, sobre la camisa se lleva una prenda intermedia, el jubón, que puede ser tan corto que no llegue hasta la cintura o tan largo que cubra los muslos, y que puede tener mangas o no tenerlas. Sobre él se lleva, a la manera de la chaqueta actual, un sayo, que es habitual no tenga mangas, dejando paso a las del jubón que hay debajo, a veces anchas y más ajustadas hacia la muñeca. Muchos sayos tienen cierta "falda", siendo largos hasta las rodillas. Los soldados suelen llevar en su lugar cortos coletos de cuero o ante, a modo de protección, o cueras con mangas cortas (y de longitud intermedia entre el sayo y el breve coleto). Estas dos prendas militares, si bien en unos u otros materiales, se harán comunes en la vestimenta civil a partir de 1530.
Para cubrir las piernas se llevan calzas (y no pantalones, que sólo llevan algunos rústicos de lugares recónditos, o bien ciertas gentes moriscas) que pueden ser de una pieza, cubriendo toda la pierna, o llegar hasta la rodilla y ajustarse ahí, viéndose en la pantorrilla las medias que van por debajo (así suelen ser las de la gente humilde, aunque con el paso del tiempo se va haciendo común a toda la sociedad). La alta cintura de las calzas se ata a la parte baja del jubón por medio de unos cordones. Una bragueta, pieza de tela que une las dos perneras, cubre las partes pudendas y es tendencia rellenarla, a veces y sobre todo en trajes festivos, de forma exagerada y algo grotesca.
¿Y en cuanto a las mujeres? Sobre la camisa pueden llevar un corpezuelo, cubriéndose las piernas con una falda independiente pero cosida a él, o atada como el jubón masculino a las calzas. Entre las mujeres campesinas la falda suele llegar hasta por encima de los tobillos y a veces se recoge a la cintura para que quede aún más alta, haciendo más fácil el andar por caminos de tierra y por los campos. Las burguesas, por su parte, la suelen llevar larga hasta el suelo.
El llamado simplemente cuerpo es un corsé que se pone por encima del corpezuelo, aplanando algo el pecho y dando una forma bastante recta al tronco. A veces se lleva, aún por encima de todo esto, un vestido entero pero de forma similar a lo anterior, ajustado a la cintura y con la falda cayendo en pliegues verticales. Para las mujeres trabajadoras lo normal es utilizar también el delantal como prenda cotidiana de vestir.
La mayor parte de la ropa, de hombre o de mujer, es de color pardo o crudo, los colores de la tela sin teñir. Para esto último se recurre a tintes, pero son caros, así que las ropas amarillas, azules, verdes o negras, si no se reservan para las fiestas, dan idea de que su portador tiene cierto poder económico.
Cubrirse la cabeza.
Nadie va por ahí con la cabeza descubierta, e incluso bajo techo o sentados a la mesa los personajes llevarán algún tocado. Se llevan los sombreros blandos, si bien su variedad es sorprendente. Los de ala ancha solo los llevan habitualmente los viajeros o quienes trabajan en el campo, y son más comunes los tipo gorra o bonete, generalmente bajos y muchas veces con alas que se recortan de formas más o menos caprichosas, retirándose de la cara su parte frontal sujetándola mediante broches o cordones, y dejando caer las laterales ocasionalmente, a modo de orejeras. Bajo el sombrero, algunos llevan una especie de pequeño turbante o una cofia de lino, atada a la barbilla (y de aspecto "medieval") que sólo es común entre ancianos o ciertas gentes de letras, aparte de la versión en cuero o acolchada que algunos soldados llevan como protección ligera o bajo el casco.
Lo primero que debemos señalar es que, aunque las ropas que lleve un personaje puedan decirnos mucho sobre su origen social, las prendas son básicamente las mismas para toda la sociedad. Y ahí acaban las similitudes, pues tanto los materiales como la forma de llevarlas cambian enormemente en el caso de las ropas aristocráticas. De ello se encargan, de hecho, las leyes suntuarias, que desde tiempos inmemoriales rigen qué tipos de telas, colores o materiales pueden darse en las ropas de cada nivel social, con el objetivo de evitar su mezcla y confusión. Estas leyes son distintas en cada país y, desde luego, los plebeyos más adinerados intentan burlarlas en la medida de lo posible, en su intento de asemejarse a la nobleza.
Las telas preferidas por los nobles son el terciopelo y el raso, y las pieles las de lobo, marta, lince y armiño, aunque esta última suele estar reservada a la realeza. Una auténtica excentricidad es el zibellino, una estola femenina, de piel de marta con la cabeza y las garras conservadas y a veces recubiertas de oro y enjoyadas. Los sombreros se decoran casi siempre con plumas de aspecto vistoso y a veces exótico. El escaso color de la mayoría de la ropa "plebeya" contrasta con la de la nobleza, pues se buscan los colores brillantes (rojo, verde, púrpura o amarillo son unos favoritos, en especial el primero) además del negro, con el que suelen contrastarse. Además, las telas se adornan habitualmente con brocados (dibujos formados por un entramado de hilos de seda, plata u oro) y con joyas, siendo habituales las perlas o incluso los rubíes, zafiros y esmeraldas cosidos en botones, gorras, cofias de redecilla o jubones. Quien no puede permitirse tan caras decoraciones, las imita con cristales teñidos, cortados a la manera de piedras preciosas y con un pequeño espejito detrás, que se distribuyen igualmente por las ropas.
Los aristócratas españoles prefieren en general una apariencia igualmente lujosa pero más sobria, vistiendo mayormente de color negro. Esta preferencia es imitada, al menos parcialmente, en otros países en los que tengan cierta influencia, como en las Italias. Es famosa la anécdota que narra que, al llegar Francisco I de Francia cautivo a la villa de Madrid, tras la batalla de Pavía y en compañía de Carlos I, una voz anónima gritó "viva el lujo" ante su apariencia fastuosa en contraste con la más sombría del monarca español, que respondió "y quien lo trujo", ya fuera con socarronería o con deferencia...
En el traje femenino, el cuerpo es bastante más ajustado que en la mayoría de versiones humildes, alargando el talle y sobre todo comprimiendo el pecho. Eso sí, los vestidos tienen grandes escotes, de forma más o menos cuadrada, y a veces asoma por ellos alguna pieza a manera de camisa semitransparente o de rejilla de tela, con intención de hacerlos menos exagerados. Cuando esos cuellos de tela, que no suelen formar en puridad parte de la camisa, llegan a cubrir el cuello, forman a su alrededor una especie de abullonada gorguera que será el antecedente de la lechuguilla, cuello que, pese a aparecer ocasionalmente representado en películas o cómics ambientados en esta época, no existe todavía. En cualquier caso, merece la pena comentar que algunos trajes masculinos también son muy escotados, sobre todo a principios de siglo, una tendencia que se irá abandonando hacia la década de 1540.
Las faldas de algunos de los vestidos más lujosos son abiertas por delante, dejando ver la otra falda que va debajo. También llevan a veces, siguiendo una moda italiana muy extendida, las llamadas mangas de puntas, grandes, anchas y abiertas, que enseñan las mangas de la prenda inferior. Por su parte, las cuchilladas son menos abundantes en el traje femenino que en el masculino, pero sobre todo las alemanas o flamencas no las desprecian, y las llevan en el cuerpo, en las mangas del vestido o en decorados y anchos sombreros, pues son las mujeres más habituadas a tocarse con ellos. Como entre las plebeyas, suelen ser más habituales las cofias... Eso sí, algunas muy grandes y elaboradas, sobre todo en el Norte, o con forma de redecilla dorada o de rollo acolchado de tela en las Italias. Algunos peinados de aquel país simplemente recogen el cabello en varias trenzas dispuestas en torno a la cabeza y sujetas con pasadores enjoyados, considerándolos suficiente adorno.
Una nota sobre el calzado.
Para terminar, me referiré brevemente al calzado. Los zapatos suelen ser de punta cuadrada o redondeada, por lo general bastante sencillos y algo abiertos, y no existe diferenciación entre derechos e izquierdos.
En el campo se dan algunos calzados rústicos, de trabajo, como los zuecos utilizados en ciertas provincias de clima lluvioso y frío (Holanda o, en fin, Galicia), de los cuales una variante más parecida a una simple sandalia de madera (llamada Tippe en alemán) se usa por parte de burgueses y villanos que han de caminar por lugares embarrados, sujeta a los zapatos y para protegerlos. También pueden señalarse las alpargatas de esparto propias del campesino morisco o las abarcas de cuero atadas al empeine con cordones, similares a los algo más cerrados Bundschuh alemanes, que dieron nombre a la conspiración campesina de finales del XV y principios del XVI: Precisamente los humildes se identificaron con ese calzado, en contraposición a las botas de los señores.
En efecto, las botas son menos habituales que los zapatos y sólo las suelen llevar los nobles y algunos soldados. Estos últimos pueden ser vistos con borceguíes, unos "botines" altos y cada vez más habituales.
Los zapatos también se decoran a veces con cuchilladas, y los más lujosos se enjoyan como el resto de prendas. Merece la pena mencionar los chapines, generalmente muy decorados y de alta suela de corcho, sofisticada prenda femenina de origen hispano-musulmán que se ha extendido por toda Europa y que es particularmente popular en Venecia.
En cuanto al Rol, la descripción del vestuario que va a moverse por nuestras tablas imaginarias cumple esa función de situar al jugador y ayudarle a entrar en su papel, además de ser motivo de disfrute para los aficionados a las curiosidades históricas (o incluso a la Historia de la moda, que los hay), cosa especialmente importante en una ambientación como Feldkirch. Sin embargo, descripciones demasiado prolijas en mitad de una partida pueden entorpecerla o, peor aún, convertirla en un pase de modelos. Es necesario contar con un vocabulario concreto que nos permita definir rápidamente qué lleva un personaje o entenderlo cuando nos lo digan, y que nos haga partícipes de la diversión en vez de distraernos. Este Post va a intentar servir de ayuda a este respecto. Abramos pues el arcón y veamos qué tenemos dentro, que para ir en forro polar tenemos todo el resto del tiempo.
El común de los ropajes.
La camisa, que en esta época no está abierta por delante, es una prenda común a ambos sexos y a toda la sociedad. Se considera hasta cierto punto una prenda interior en comparación con la actual, pero esa es la diferencia principal. La que lleva el común de los mortales suele estar hecha de lino o de lana y tiene un tono crudo, sin blanquear. La ropa interior la pueden completar unos calzoncillos largos (más o menos hasta la rodilla) o una tela dispuesta a manera de taparrabos.
En cuanto a la vestimenta masculina, sobre la camisa se lleva una prenda intermedia, el jubón, que puede ser tan corto que no llegue hasta la cintura o tan largo que cubra los muslos, y que puede tener mangas o no tenerlas. Sobre él se lleva, a la manera de la chaqueta actual, un sayo, que es habitual no tenga mangas, dejando paso a las del jubón que hay debajo, a veces anchas y más ajustadas hacia la muñeca. Muchos sayos tienen cierta "falda", siendo largos hasta las rodillas. Los soldados suelen llevar en su lugar cortos coletos de cuero o ante, a modo de protección, o cueras con mangas cortas (y de longitud intermedia entre el sayo y el breve coleto). Estas dos prendas militares, si bien en unos u otros materiales, se harán comunes en la vestimenta civil a partir de 1530.
Para cubrir las piernas se llevan calzas (y no pantalones, que sólo llevan algunos rústicos de lugares recónditos, o bien ciertas gentes moriscas) que pueden ser de una pieza, cubriendo toda la pierna, o llegar hasta la rodilla y ajustarse ahí, viéndose en la pantorrilla las medias que van por debajo (así suelen ser las de la gente humilde, aunque con el paso del tiempo se va haciendo común a toda la sociedad). La alta cintura de las calzas se ata a la parte baja del jubón por medio de unos cordones. Una bragueta, pieza de tela que une las dos perneras, cubre las partes pudendas y es tendencia rellenarla, a veces y sobre todo en trajes festivos, de forma exagerada y algo grotesca.
¿Y en cuanto a las mujeres? Sobre la camisa pueden llevar un corpezuelo, cubriéndose las piernas con una falda independiente pero cosida a él, o atada como el jubón masculino a las calzas. Entre las mujeres campesinas la falda suele llegar hasta por encima de los tobillos y a veces se recoge a la cintura para que quede aún más alta, haciendo más fácil el andar por caminos de tierra y por los campos. Las burguesas, por su parte, la suelen llevar larga hasta el suelo.
El llamado simplemente cuerpo es un corsé que se pone por encima del corpezuelo, aplanando algo el pecho y dando una forma bastante recta al tronco. A veces se lleva, aún por encima de todo esto, un vestido entero pero de forma similar a lo anterior, ajustado a la cintura y con la falda cayendo en pliegues verticales. Para las mujeres trabajadoras lo normal es utilizar también el delantal como prenda cotidiana de vestir.
La mayor parte de la ropa, de hombre o de mujer, es de color pardo o crudo, los colores de la tela sin teñir. Para esto último se recurre a tintes, pero son caros, así que las ropas amarillas, azules, verdes o negras, si no se reservan para las fiestas, dan idea de que su portador tiene cierto poder económico.
Cubrirse la cabeza.
Nadie va por ahí con la cabeza descubierta, e incluso bajo techo o sentados a la mesa los personajes llevarán algún tocado. Se llevan los sombreros blandos, si bien su variedad es sorprendente. Los de ala ancha solo los llevan habitualmente los viajeros o quienes trabajan en el campo, y son más comunes los tipo gorra o bonete, generalmente bajos y muchas veces con alas que se recortan de formas más o menos caprichosas, retirándose de la cara su parte frontal sujetándola mediante broches o cordones, y dejando caer las laterales ocasionalmente, a modo de orejeras. Bajo el sombrero, algunos llevan una especie de pequeño turbante o una cofia de lino, atada a la barbilla (y de aspecto "medieval") que sólo es común entre ancianos o ciertas gentes de letras, aparte de la versión en cuero o acolchada que algunos soldados llevan como protección ligera o bajo el casco.
Los sombreros son, sin embargo, mayormente masculinos, y las mujeres no suelen llevarlos, salvo ocasionalmente los de trabajo y pocas excepciones más. Entre ellas son más comunes diversas tocas y cofias, o incluso simples pañuelos, prefiriéndose siempre el color blanco. En el Norte es común que las mujeres vayan algo más cubiertas, mientras que en el Sur la usanza es que las cofias sean más leves. De hecho, la moda italiana, que se extiende por las villas y ciudades de Europa, exige que se muestre bastante el cabello, recurriendo a cofias de redecilla o a sucintos velos, sobre el mismo cabello recogido.
Prendas de abrigo.
Son muy habituales los sobretodos, como el llamado en las Alemanias Schaube, en Inglaterra gown y en las Españas simplemente "ropa". Esta es la típica vestimenta de la persona respetable, y no hay doctor, letrado o burgués que no tenga una (de hecho es el antecedente de las togas doctorales). Estos sobretodos pueden tener mangas o no tenerlas, y muchas veces las tienen anchas y breves o abiertas y colgantes. A veces van forrados en piel, siendo la más habitual el humilde conejo, o el más rústico borrego, siendo llamado entonces zamarro.
Prendas de abrigo aún más humildes son el capote, basta capa de los campesinos y villanos, el capuz, similar pero con capucha, y el tabardo, un ropón cerrado con mangas cortas.
Versiones más lujosas del tabardo son las que llevan en ocasiones los heraldos, decoradas con los símbolos heráldicos correspondientes. La capa propiamente dicha es una prenda de calidad y propia de gentes de cierta condición social, o al menos de soldados, siempre atentos a darse aires. Una versión más corta, llamada herreruelo, se va haciendo más habitual hacia mediados del XVI. A una especie de capa o sobretodo corto, con mangas, y a veces forrada de piel, se le llama tudesco por razón de su origen. En las Españas siempre se lleva sobre los hombros y las mangas nunca se utilizan.
Sobre la moda de las cuchilladas.
Una de las modas más vistosas y reconocibles de este período es la de las cuchilladas, tenida por atrevida y vanidosa pero no por ello menos extendida. Ya he hablado de ella en esta entrada, a la cual remito a quien quiera información sobre el tema. Lógicamente, no es habitual entre el pueblo llano, pero sí entre la engreída soldadesca y, desde luego, entre los nobles. Lo cual nos lleva a hablar de la vestimenta de estos últimos...
La moda de los nobles.
Prendas de abrigo.
Son muy habituales los sobretodos, como el llamado en las Alemanias Schaube, en Inglaterra gown y en las Españas simplemente "ropa". Esta es la típica vestimenta de la persona respetable, y no hay doctor, letrado o burgués que no tenga una (de hecho es el antecedente de las togas doctorales). Estos sobretodos pueden tener mangas o no tenerlas, y muchas veces las tienen anchas y breves o abiertas y colgantes. A veces van forrados en piel, siendo la más habitual el humilde conejo, o el más rústico borrego, siendo llamado entonces zamarro.
Prendas de abrigo aún más humildes son el capote, basta capa de los campesinos y villanos, el capuz, similar pero con capucha, y el tabardo, un ropón cerrado con mangas cortas.
Versiones más lujosas del tabardo son las que llevan en ocasiones los heraldos, decoradas con los símbolos heráldicos correspondientes. La capa propiamente dicha es una prenda de calidad y propia de gentes de cierta condición social, o al menos de soldados, siempre atentos a darse aires. Una versión más corta, llamada herreruelo, se va haciendo más habitual hacia mediados del XVI. A una especie de capa o sobretodo corto, con mangas, y a veces forrada de piel, se le llama tudesco por razón de su origen. En las Españas siempre se lleva sobre los hombros y las mangas nunca se utilizan.
Sobre la moda de las cuchilladas.
Una de las modas más vistosas y reconocibles de este período es la de las cuchilladas, tenida por atrevida y vanidosa pero no por ello menos extendida. Ya he hablado de ella en esta entrada, a la cual remito a quien quiera información sobre el tema. Lógicamente, no es habitual entre el pueblo llano, pero sí entre la engreída soldadesca y, desde luego, entre los nobles. Lo cual nos lleva a hablar de la vestimenta de estos últimos...
La moda de los nobles.
También es pecar tener mucha ropa y mudarse a diario por apetito de vestir demasiado. Demuestra que el exceso es pecado de soberbia contrario a la humildad…
Fray Hernando de Talavera, confesor de Isabel la Católica,
en carta a la reina, 1477.
en carta a la reina, 1477.
Lo primero que debemos señalar es que, aunque las ropas que lleve un personaje puedan decirnos mucho sobre su origen social, las prendas son básicamente las mismas para toda la sociedad. Y ahí acaban las similitudes, pues tanto los materiales como la forma de llevarlas cambian enormemente en el caso de las ropas aristocráticas. De ello se encargan, de hecho, las leyes suntuarias, que desde tiempos inmemoriales rigen qué tipos de telas, colores o materiales pueden darse en las ropas de cada nivel social, con el objetivo de evitar su mezcla y confusión. Estas leyes son distintas en cada país y, desde luego, los plebeyos más adinerados intentan burlarlas en la medida de lo posible, en su intento de asemejarse a la nobleza.
Las telas preferidas por los nobles son el terciopelo y el raso, y las pieles las de lobo, marta, lince y armiño, aunque esta última suele estar reservada a la realeza. Una auténtica excentricidad es el zibellino, una estola femenina, de piel de marta con la cabeza y las garras conservadas y a veces recubiertas de oro y enjoyadas. Los sombreros se decoran casi siempre con plumas de aspecto vistoso y a veces exótico. El escaso color de la mayoría de la ropa "plebeya" contrasta con la de la nobleza, pues se buscan los colores brillantes (rojo, verde, púrpura o amarillo son unos favoritos, en especial el primero) además del negro, con el que suelen contrastarse. Además, las telas se adornan habitualmente con brocados (dibujos formados por un entramado de hilos de seda, plata u oro) y con joyas, siendo habituales las perlas o incluso los rubíes, zafiros y esmeraldas cosidos en botones, gorras, cofias de redecilla o jubones. Quien no puede permitirse tan caras decoraciones, las imita con cristales teñidos, cortados a la manera de piedras preciosas y con un pequeño espejito detrás, que se distribuyen igualmente por las ropas.
Los aristócratas españoles prefieren en general una apariencia igualmente lujosa pero más sobria, vistiendo mayormente de color negro. Esta preferencia es imitada, al menos parcialmente, en otros países en los que tengan cierta influencia, como en las Italias. Es famosa la anécdota que narra que, al llegar Francisco I de Francia cautivo a la villa de Madrid, tras la batalla de Pavía y en compañía de Carlos I, una voz anónima gritó "viva el lujo" ante su apariencia fastuosa en contraste con la más sombría del monarca español, que respondió "y quien lo trujo", ya fuera con socarronería o con deferencia...
En el traje femenino, el cuerpo es bastante más ajustado que en la mayoría de versiones humildes, alargando el talle y sobre todo comprimiendo el pecho. Eso sí, los vestidos tienen grandes escotes, de forma más o menos cuadrada, y a veces asoma por ellos alguna pieza a manera de camisa semitransparente o de rejilla de tela, con intención de hacerlos menos exagerados. Cuando esos cuellos de tela, que no suelen formar en puridad parte de la camisa, llegan a cubrir el cuello, forman a su alrededor una especie de abullonada gorguera que será el antecedente de la lechuguilla, cuello que, pese a aparecer ocasionalmente representado en películas o cómics ambientados en esta época, no existe todavía. En cualquier caso, merece la pena comentar que algunos trajes masculinos también son muy escotados, sobre todo a principios de siglo, una tendencia que se irá abandonando hacia la década de 1540.
Las faldas de algunos de los vestidos más lujosos son abiertas por delante, dejando ver la otra falda que va debajo. También llevan a veces, siguiendo una moda italiana muy extendida, las llamadas mangas de puntas, grandes, anchas y abiertas, que enseñan las mangas de la prenda inferior. Por su parte, las cuchilladas son menos abundantes en el traje femenino que en el masculino, pero sobre todo las alemanas o flamencas no las desprecian, y las llevan en el cuerpo, en las mangas del vestido o en decorados y anchos sombreros, pues son las mujeres más habituadas a tocarse con ellos. Como entre las plebeyas, suelen ser más habituales las cofias... Eso sí, algunas muy grandes y elaboradas, sobre todo en el Norte, o con forma de redecilla dorada o de rollo acolchado de tela en las Italias. Algunos peinados de aquel país simplemente recogen el cabello en varias trenzas dispuestas en torno a la cabeza y sujetas con pasadores enjoyados, considerándolos suficiente adorno.
Una nota sobre el calzado.
Para terminar, me referiré brevemente al calzado. Los zapatos suelen ser de punta cuadrada o redondeada, por lo general bastante sencillos y algo abiertos, y no existe diferenciación entre derechos e izquierdos.
En el campo se dan algunos calzados rústicos, de trabajo, como los zuecos utilizados en ciertas provincias de clima lluvioso y frío (Holanda o, en fin, Galicia), de los cuales una variante más parecida a una simple sandalia de madera (llamada Tippe en alemán) se usa por parte de burgueses y villanos que han de caminar por lugares embarrados, sujeta a los zapatos y para protegerlos. También pueden señalarse las alpargatas de esparto propias del campesino morisco o las abarcas de cuero atadas al empeine con cordones, similares a los algo más cerrados Bundschuh alemanes, que dieron nombre a la conspiración campesina de finales del XV y principios del XVI: Precisamente los humildes se identificaron con ese calzado, en contraposición a las botas de los señores.
En efecto, las botas son menos habituales que los zapatos y sólo las suelen llevar los nobles y algunos soldados. Estos últimos pueden ser vistos con borceguíes, unos "botines" altos y cada vez más habituales.
Los zapatos también se decoran a veces con cuchilladas, y los más lujosos se enjoyan como el resto de prendas. Merece la pena mencionar los chapines, generalmente muy decorados y de alta suela de corcho, sofisticada prenda femenina de origen hispano-musulmán que se ha extendido por toda Europa y que es particularmente popular en Venecia.
2 Voces se alzan :
Muy interesante, me han llamado la atención las referencias al color de las ropas, es algo en lo que no había pensado y que diferencia muy bien las clases sociales. También es curioso el nivel de complejidad y las capas de ropa con las que se visten unos y otros.
En el apartado de calzado esperaba encontrarme los clásicos zuecos de madera, que no estoy seguro de si son anteriores o posteriores a esta época (o si estaban muy extendidos siquiera).
Un saludo y enhorabuena por esta entrada.
Te agradezco mucho el comentario, JKeats. Eso sí, tienes razón respecto a lo de los zuecos y compañía, así que voy a darle un pequeño retoque a ese párrafo.
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