En los tiempos de mi relato los bufones gozaban todavía del favor de las cortes. Varias potencias continentales conservaban aún sus locos profesionales, que vestían traje abigarrado y gorro de cascabeles, y que, a cambio de las migajas de la mesa real, debían mantenerse alerta para prodigar su agudo ingenio.
Nuestro rey tenía también su bufón. (...) Su loco, o bufón profesional, no era tan sólo un loco. Su valor se triplicaba a ojos del rey por el hecho de que además era enano y cojo.
Edgar Allan Poe, "Hop-Frog".
En torno a los altos reyes y príncipes crece el fasto de las cortes como si de una hermosa flor se tratara: Los más graves personajes, acostumbrados a moverse cerca de sus monarcas, sólo aparecen ante ellos ataviados con sus mejores galas. Entre el lujo y el ornamento de las estancias reales, el trato se reviste siempre de cierta pompa y las costumbres se guían por la rigidez del protocolo. En medio de todo esto, el bufón destaca como una rana bañándose en leche.
El bufón a sueldo de un poderoso se diferencia en poco o nada de aquellos que recorren las plazas haciendo acrobacias, payasadas y juegos malabares ante el pueblo, a cambio de unas monedas. Igual que aquellos, puede ser hombre o mujer, y es habitual que haya varios a la vez en la misma corte. Su labor es entretener, sea mediante chocarrerías y salidas de tono o mediante observaciones sarcásticas referidas a su amo, a sus consejeros o a sus invitados. Estas han de ser certeras aunque por ello sean insultantes, pues la capacidad de decir lo que otros por fuerza callan es el gran poder del bufón, que le puede ser de gran utilidad a un monarca que no tema que le abran los ojos ante el ridículo, la vanidad... O la traición. A través de una frase malintencionada puede poner a cualquier personaje bajo sospecha de algún crimen, o desenmascarar a un conspirador. No sería la primera vez que un bufón resulta clave en alguna trama palaciega, causando alguna situación incómoda que otra persona deba enmendar, espiando sin que se de importancia a su presencia o haciendo llegar mensajes por las vías más insospechadas.
Claro que si una buena palabra del bufón no es bien acogida se desecha como una mera tontería, y si una de sus bromas resulta demasiado para su amo este lo maltratará o incluso le quitará la vida. A fin de cuentas, su libertad frente al orden establecido se basa en que nadie puede saltárselo impunemente salvo un loco, y al bufón, si es que está cuerdo, se le declara loco por decreto. Es siempre blanco de desprecio y de insultos por parte de los cortesanos, e incluso quienes sean sus aliados nunca lo verán como un verdadero amigo y mucho menos como su igual, ya que no deja de ser una especie de mascota humana de su señor.
En última instancia el bufón es una figura trágica a la vez que cómica, e incluso cómica por su caracter trágico. A veces se elige para el puesto a bobos o a locos, a quienes se zahiere a propósito sin que tengan gran posibilidad de defenderse, o bien a enanos o personas deformes, cuya fealdad es para sus amos cruel motivo de risa. Su vestimenta es siempre ridiculizante, a veces un disfraz de brillantes colores alternados, culminado en un gorro con picos en forma de orejas de burro, o a veces un traje cortesano bastante lujoso pero con algún adorno que delata su condición, en forma de cascabeles, prendas hechas trizas o accesorios chocantes. Lleva generalmente un bastón con una cara esculpida, que los franceses llaman marotte, y que se suele considerar el símbolo de su oficio.
Algunos bufones han alcanzado cierta notoriedad, como William Sommers, llamado Will, al servicio de Enrique VIII de Inglaterra desde 1525, o como Jane, la compañera inseparable de Catalina Parr. Triboulet, al servicio del Rey de Francia, es tenido por impertinente aunque lúcido, lo cual sorprende si se tiene en cuenta su visible microcefalia. El astuto e intrigante Stańczyk, fiel al Rey de Polonia, es uno de sus mejores consejeros. Y toda una tropa de enanos habita en las estancias de la familia Habsburgo, de modo acorde al ritual por el que guían su protocolo.
El bufón a sueldo de un poderoso se diferencia en poco o nada de aquellos que recorren las plazas haciendo acrobacias, payasadas y juegos malabares ante el pueblo, a cambio de unas monedas. Igual que aquellos, puede ser hombre o mujer, y es habitual que haya varios a la vez en la misma corte. Su labor es entretener, sea mediante chocarrerías y salidas de tono o mediante observaciones sarcásticas referidas a su amo, a sus consejeros o a sus invitados. Estas han de ser certeras aunque por ello sean insultantes, pues la capacidad de decir lo que otros por fuerza callan es el gran poder del bufón, que le puede ser de gran utilidad a un monarca que no tema que le abran los ojos ante el ridículo, la vanidad... O la traición. A través de una frase malintencionada puede poner a cualquier personaje bajo sospecha de algún crimen, o desenmascarar a un conspirador. No sería la primera vez que un bufón resulta clave en alguna trama palaciega, causando alguna situación incómoda que otra persona deba enmendar, espiando sin que se de importancia a su presencia o haciendo llegar mensajes por las vías más insospechadas.
Claro que si una buena palabra del bufón no es bien acogida se desecha como una mera tontería, y si una de sus bromas resulta demasiado para su amo este lo maltratará o incluso le quitará la vida. A fin de cuentas, su libertad frente al orden establecido se basa en que nadie puede saltárselo impunemente salvo un loco, y al bufón, si es que está cuerdo, se le declara loco por decreto. Es siempre blanco de desprecio y de insultos por parte de los cortesanos, e incluso quienes sean sus aliados nunca lo verán como un verdadero amigo y mucho menos como su igual, ya que no deja de ser una especie de mascota humana de su señor.
En última instancia el bufón es una figura trágica a la vez que cómica, e incluso cómica por su caracter trágico. A veces se elige para el puesto a bobos o a locos, a quienes se zahiere a propósito sin que tengan gran posibilidad de defenderse, o bien a enanos o personas deformes, cuya fealdad es para sus amos cruel motivo de risa. Su vestimenta es siempre ridiculizante, a veces un disfraz de brillantes colores alternados, culminado en un gorro con picos en forma de orejas de burro, o a veces un traje cortesano bastante lujoso pero con algún adorno que delata su condición, en forma de cascabeles, prendas hechas trizas o accesorios chocantes. Lleva generalmente un bastón con una cara esculpida, que los franceses llaman marotte, y que se suele considerar el símbolo de su oficio.
Algunos bufones han alcanzado cierta notoriedad, como William Sommers, llamado Will, al servicio de Enrique VIII de Inglaterra desde 1525, o como Jane, la compañera inseparable de Catalina Parr. Triboulet, al servicio del Rey de Francia, es tenido por impertinente aunque lúcido, lo cual sorprende si se tiene en cuenta su visible microcefalia. El astuto e intrigante Stańczyk, fiel al Rey de Polonia, es uno de sus mejores consejeros. Y toda una tropa de enanos habita en las estancias de la familia Habsburgo, de modo acorde al ritual por el que guían su protocolo.
1 Voces se alzan :
Un gran artículo. Me ha hecho pensar que normalmente el arquetipo que se estila en los juegos de rol es el de "bardo" (que se supone que tiene más clase) y sin embargo el de bufón puede ser tanto o más interesante de interpretar.
Y vista la galería de personajes peculiares que mencionas, más todavía.
Un saludo.
Publicar un comentario