miércoles, 31 de octubre de 2012

Demonología: Las Pesadillas.

(…) El mariscal de Sajonia, al traspasar una aldea, acostóse en una cabaña infestada de aparecidos que ahogaban a los viajeros: Se citan de ello numerosos ejemplos. Mandó, pues, a su criado que velase una mitad de la noche, diciendo que le cedería su cama para dormir la otra mitad y velaría él a su vez. A las dos de la mañana, nada había aún aparecido cuando el criado, sintiéndose con los ojos pesados, fue a despertar a su dueño, que no respondió, y creyéndole aletargado por el sueño le sacudió, una y otra vez, inútilmente. Asustado, levanta la luz, toma las sábanas y ve al mariscal bañado en sangre. Una araña horrorosa le chupaba el pecho izquierdo. Cae el criado de rodillas, reza un padrenuestro y ve que la araña disminuye de tamaño progresivamente hasta quedar normal, aunque hinchada y furiosa. Corre entonces, toma unas tenazas para combatir con este enemigo de nueva clase, coge la araña y la arroja al fuego, produciéndose un humo pestilente y grandes y cavernosos gritos. Hasta después de un largo adormecimiento no pudo recobrar sus sentidos el mariscal, y desde entonces no se volvió a hablar de aparecidos en aquel lugar.
Joan Perucho, "Las Arañas".

¿Quién no ha soñado alguna vez con algo espantoso, y despertando luego, ha dado gracias al Cielo al comprobar que nada había sucedido realmente? ¿Sin embargo, habría algo más terrorífico que constatar que aquel espanto vivido en sueños no es sino realidad?

Nadie sabe de donde vienen los sueños, y aunque se entiende por lo general que sólo forman parte de la fantasía del durmiente, muchos aceptan que pueden ser influidos por fuerzas externas, pues en las mismas Escrituras vemos como el Señor envía mensajes a sus elegidos a través de ellos. En cualquier caso, está muy extendida la opinión de que los peores y más atroces de los sueños sólo pueden ser causados por influencias diabólicas. Los alemanes llaman Alptraum a esas pesadillas, lo que quiere decir "sueño de elfo" por entender que los causan esas criaturas, y los italianos se refieren a ellas directamente como incubi, el nombre de unos diablos que, según la demonología, no es raro que intenten acceder al trato carnal con los seres humanos, en concreto mientras estos duermen. La propia palabra "pesadilla" se refiere al peso muerto que siente encima quien la padece durante el sueño.

Sea cual sea la naturaleza exacta de los seres que causan las pesadillas, a los que aluden con el nombre genérico de ephialtes algunos demonólogos, se dice que moran en refugios malsanos, de aires cargados de miasmas, como en el corazón de un bosque, un sótano abandonado o un pantano, en los que quedarse dormido puede resultar fatal. Las habladurías populares, no obstante, indican esos lugares como malditos, con lo que pocos son los que cometen la imprudencia de pernoctar en ellos. Sin embargo, se sabe que los ephialtes también abandonan algunas noches sus infernales madrigueras y parten en pos de víctimas humanas. Forma parte de la leyenda alemana que los elfos viajen en un caballo diabólico llamado Nachtmahr, nombre que recibe también el corcel del Caballero Voland, pero seguramente se trate de un añadido fabuloso. Por lo general, se les achacan desapariciones de caballos, que aparecen a la mañana siguiente reventados, muertos por el agotamiento. Se puede oír en las poblaciones cercanas a los caminos por donde pasan el trotar del caballo y los espantosos, inhumanos alaridos del diablo de forma vagamente humana que lo monta, aferrándose a sus crines y enredándose entre ellas. En el antiguo reino de Aragón se llama cerdet o follet a la criatura que protagoniza estas cabalgatas nocturnas, y sotré en tierra de Francia.

No dejéis que la pesadilla, rondando
Cerca de mi lecho, el sosiego del sueño destruya.
Matthew Gregory Lewis, "El Monje".

Cuando encuentra a alguien dormido a la intemperie o en el lecho de una casa en la que pueda penetrar, se sienta sobre su pecho y, poniéndose cómodo, comienza a robarle las fuerzas, quitándole el aire de su aliento o incluso causándole una pequeña mordedura por la que beber de su sangre. En el dormido aparece un sentimiento insoportable de terror, todas sus angustias se reúnen en sus sueños y el más ominoso abatimiento se apodera de él, mientras nota un enorme peso sobre su pecho que le ahoga y le impide escapar, haciéndole temblar como un azogado y, por lo general, manteniéndole incapaz de despertar. Y peor sería si pudiera abrir los ojos, pues sólo conseguiría seguir soñando despierto, mientras observa al maléfico ephialtes tomar una figura espantable, a veces la de una gigantesca mano muerta, otras la de una araña enorme y alucinante, que se alimenta de su vigor sin permitirle moverse ni recuperar su voluntad hasta que se sacie. Es raro, eso sí, que la criatura llegue a matar a su víctima de una vez, aunque bien puede suceder si cobra afición por la misma, y vuelve durante varias noches consecutivas, hasta acabar completamente con su vida…

Por supuesto, es imposible que caigan estos ataques diabólicos sobre alguien que esté durmiendo en un lugar sagrado, o sobre quien obren las oportunas protecciones místicas.

(Ilustran esta entrada "Spirit of the Night" del artista Cliff Nielsen y un fragmento de la versión de 1791 de "La Pesadilla" de Johann Heinrich Füssli.)

miércoles, 17 de octubre de 2012

Sobre los hebreos.

Era este judío rencoroso y vengativo, como todos los de su raza, pero más que ninguno, engañador e hipócrita. (…) Inútilmente los muchachos, para desesperarle, tiraban piedras a su tugurio, en vano los pajecillos, y hasta los hombres de armas del próximo palacio, pretendían aburrirle con los nombres más injuriosos, o las viejas devotas de la feligresía se santiguaban al pasar por el dintel de su puerta como si viesen al mismo Lucifer en persona. Daniel sonreía eternamente, con una sonrisa extraña e indescriptible.
Gustavo Adolfo Bécquer, "La Rosa de Pasión".

El idioma que los judíos usan en sus ritos sagrados es el que, dicen, usó Dios para crear el mismo mundo mediante Su Verbo, así que sabios de todas las naciones buscan aprenderlo y conocer a los maestros de la Cábala que puedan descifrarles sus secretos. Muchos hijos de Israel se dedican a ingeniosos oficios, sea como artesanos, orfebres, joyeros, administradores y contables, y los que se eligen el comercio suelen conocer los astutos medios para alcanzar el éxito. Los patriarcas de los que dicen descender son también los de la religión cristiana y la musulmana. Y, pese a todo esto, o tal vez por su causa, no hay pueblo más odiado, vilipendiado y atacado que el pueblo hebreo.

Considerados acérrimos enemigos de la fe cristiana, ya que habiendo nacido el Mesías entre ellos lo rechazaron, son acusados habitualmente de ejercer la hechicería, de llevar negocios fraudulentos y de causar, a veces, malignos daños a sus vecinos cristianos, sea envenenando sus aguas, perjudicando las cosechas mediante magia, ensuciando la pila bautismal de las iglesias, o de otras mil maneras. Más aún, existen casos, mil veces asegurados como ciertos, de niños muertos en una fatídica noche de Pascua por algún grupo de judíos, remedando la muerte que sus propios ancestros dieron a nuestro Señor, crucificándoles y dándoles martirio en lugares apartados. Baste mencionar al Santo Niño de la Guardia, así muerto en 1491, a quien posteriormente se le extrajo el corazón para que sirviera como sacrificio en un rito brujesco, y cuya historia es habitualmente mencionada con terror (y con veneración por el martirizado inocente). Se asegura que los hebreos no comen la sangre de los animales que sacrifican, pero algunos tienen aparentemente predilección por la de origen humano. No hay niño que se deje sin vigilancia habiendo judíos presentes, pues se teme que puedan robarlo, torturarlo y beber su sangre. En un juicio de 1494 por esta causa en Tyrnau, ciudad del reino de Hungría, en el que fueron torturados incluso mujeres y niños, admitieron algunos de ellos bajo el potro y el hierro que ciertos hombres de su comunidad estaban menstruando, cual mujeres, y que en el beber sangre cristiana descubrieron un terrible remedio a su dolencia (que no era sino, indudablemente, un castigo del Cielo). En Bösing, villa también húngara, son quemados en la hoguera el año de 1529 unos treinta judíos, por similar acusación.

Celebrábase tranquilamente por los cristianos la Navidad de 1468 cuando vino a turbar su quietud la irritante nueva de que los judíos de la Aljama de Sepúlveda, aconsejados por su rabino, Salomón Picho, habíanse apoderado de un niño cristiano, y llevándole a un muy secreto lugar, cometido en él todo linaje de injurias y violencias. Al fin, poniéndole en una cruz, habíanle dado muerte, a semejanza de la que al Salvador impusieron sus antepasados.
Diego de Colmenares, "Historia de Segovia", 1637.

No todo el mundo tiene por ciertas estas historias, o al menos no todas, por habituales que sean, pero, en cualquier caso, siguen despreciando a los judíos por lo que son. Qué realicen prácticas de una religión que niega a Cristo y que además las lleven a cabo con reserva y aún secretismo exaspera a sus vecinos y a algunas autoridades. Aunque la mayoría son pobres, algunos han alcanzado la prosperidad en sus negocios, procurando mostrarse respetables y no ostentar grandes lujos, sin que ello les salve de envidias y murmuraciones, mientras se les acusa de avarientos.

Así pues, han sido expulsados recientemente de las Españas y luego de Portugal. Para evitarlo, muchos se han convertido forzosamente al cristianismo, aunque entre ellos los hay que han procurado mantener, en secreto, los ritos de su anterior fe. Esto es objeto de constantes acusaciones y del estrecho acoso de la Inquisición sobre los conversos buscando lo que llaman "judaizantes" (o directamente "marranos") entre ellos. Quienes demuestran ser inocentes de estos cargos pueden incluso llegar a prosperar en alguna administración, convirtiéndose en secretarios, consejeros, recaudadores de impuestos o jueces… O al menos será así hasta 1547, cuando se imponga en las Españas el estatuto de Limpieza de Sangre, es decir, la demostración legal de que no se desciende de conversos judíos ni musulmanes como criterio ineludible para alcanzar cualquier cargo público…

Si no va a consentir Dios que se le quite a un judío lo que le sobra para dárselo a un cristiano que le falta, poco entiendo yo de teología...
José Luis Cuerda, guión de "La Marrana".


Los que marcharon, conservando así su religión, lo hicieron al precio de no poder sacar su oro ni otras ciertas riquezas del país, vendiéndolas apresuradamente y con pérdidas que les empobrecieron. Algunos de estos sephardim (sefardíes, pues así se llamaban a sí mismos los judíos de la Península) tomaron el camino de Francia, de Flandes o de la Berbería. Muchos más hallaron refugio entre los ashkenazim (asquenazíes, centroeuropeos) del Sacro Imperio o del reino de Polonia, y aún la mayoría llegó al Imperio Otomano, donde era bien asentada una gran población de mizrahim (orientales), siendo los desterrados bien recibidos. Lo cierto es que esta expulsión no es la única que sufren los judíos en esta época, pero sí la más numerosa e importante. En cualquier caso le siguieron expulsiones de la Provenza, de Brandenburgo, del antiguo reino de Nápoles (bajo control español) en 1540 y de Génova en 1550…

En las ciudades europeas habitadas por judíos, estos se ven obligados a vivir en un barrio aparte y a llevar, cuando salgan de él, una señal en sus ropajes que señale su condición. Esas señales pueden ser tan sencillas como un círculo amarillo cosido sobre la ropa, o una boina roja. En cuanto a los barrios o juderías suelen hallarse en una zona vieja, de calles estrechas y serpenteantes, que van siéndolo aún más cuando los hebreos tratan de construir alguna casa o edificio sin exceder los límites de su zona. Suelen estar amurallados, para separar en lo posible las actividades que allí tengan lugar de las de los cristianos, y para poder cerrarlo de noche o en caso de que en algún arrebato de violencia las gentes intenten asaltarlo, para poner fin a la vida de sus habitantes… Las guardias locales tienen, por supuesto, órdenes de proteger esta muralla tanto como la exterior de la ciudad.
Es destacable la judería de Worms, ciudad llamada por los hebreos Vermaysa, en la que hay un verdadero centro de enseñanza y tradición judaicas y donde puede encontrarse al Reichsrabbiner (rabino supremo del Sacro Imperio). También son notables la de Espira (donde la guardia de los muros del barrio es reclutada y mantenida entre sus propios habitantes), la Judengasse de Frankurt (seguramente la mayor del Sacro Imperio), el relativamente próspero y bien organizado Judenstadt de Praga, el Joods Antwerpen de Amberes, el Mont-Juif de Marsella, el Pletzl de París y el Monte Capitolino de Roma. En Venecia el número de judíos (asquenazíes emigrados e italkim, oriundos de las Italias) es tal que las autoridades se han decidido, en 1516, a reunirles a todos en el ghèto, mientras en la isla de Rodas se ha establecido un creciente barrio sefardí. Una excepción a todo esto es la ciudad de Cracovia, donde hay tal cantidad de judíos que no viven en una judería como tal, excediendo los límites del Kazimierz, donde se concentra la mayoría de sus viviendas.

Las costumbres hebreas más notorias (y que son más vigiladas en los conversos) son la circuncisión de los hijos, el descanso el sábado en vez del domingo, y la prohibición común a los musulmanes de comer carne de cerdo. Al contrario que los cristianos, los varones judíos no se descubren al entrar en su sinagoga o templo, sino que mantienen sus gorros o sombreros, y se sientan aparte de las mujeres. Sus rituales, dirigidos por un rabino, experto en la tradición mosaica y líder espiritual de su gente, se realizan celosamente ocultos de la vista de los gentiles, utilizando parafernalia como candelabros, velas y aguamaniles, además de grandes pergaminos con los textos sagrados y un ruidoso cuerno de carnero, siendo en general incomprensibles para el profano.