sábado, 25 de junio de 2011

El ingrato oficio del bufón.

En los tiempos de mi relato los bufones gozaban todavía del favor de las cortes. Varias potencias continentales conservaban aún sus locos profesionales, que vestían traje abigarrado y gorro de cascabeles, y que, a cambio de las migajas de la mesa real, debían mantenerse alerta para prodigar su agudo ingenio.

Nuestro rey tenía también su bufón. (...) Su loco, o bufón profesional, no era tan sólo un loco. Su valor se triplicaba a ojos del rey por el hecho de que además era enano y cojo.
Edgar Allan Poe, "Hop-Frog".

En torno a los altos reyes y príncipes crece el fasto de las cortes como si de una hermosa flor se tratara: Los más graves personajes, acostumbrados a moverse cerca de sus monarcas, sólo aparecen ante ellos ataviados con sus mejores galas. Entre el lujo y el ornamento de las estancias reales, el trato se reviste siempre de cierta pompa y las costumbres se guían por la rigidez del protocolo. En medio de todo esto, el bufón destaca como una rana bañándose en leche.

El bufón a sueldo de un poderoso se diferencia en poco o nada de aquellos que recorren las plazas haciendo acrobacias, payasadas y juegos malabares ante el pueblo, a cambio de unas monedas. Igual que aquellos, puede ser hombre o mujer, y es habitual que haya varios a la vez en la misma corte. Su labor es entretener, sea mediante chocarrerías y salidas de tono o mediante observaciones sarcásticas referidas a su amo, a sus consejeros o a sus invitados. Estas han de ser certeras aunque por ello sean insultantes, pues la capacidad de decir lo que otros por fuerza callan es el gran poder del bufón, que le puede ser de gran utilidad a un monarca que no tema que le abran los ojos ante el ridículo, la vanidad... O la traición. A través de una frase malintencionada puede poner a cualquier personaje bajo sospecha de algún crimen, o desenmascarar a un conspirador. No sería la primera vez que un bufón resulta clave en alguna trama palaciega, causando alguna situación incómoda que otra persona deba enmendar, espiando sin que se de importancia a su presencia o haciendo llegar mensajes por las vías más insospechadas.

Claro que si una buena palabra del bufón no es bien acogida se desecha como una mera tontería, y si una de sus bromas resulta demasiado para su amo este lo maltratará o incluso le quitará la vida. A fin de cuentas, su libertad frente al orden establecido se basa en que nadie puede saltárselo impunemente salvo un loco, y al bufón, si es que está cuerdo, se le declara loco por decreto. Es siempre blanco de desprecio y de insultos por parte de los cortesanos, e incluso quienes sean sus aliados nunca lo verán como un verdadero amigo y mucho menos como su igual, ya que no deja de ser una especie de mascota humana de su señor.

En última instancia el bufón es una figura trágica a la vez que cómica, e incluso cómica por su caracter trágico. A veces se elige para el puesto a bobos o a locos, a quienes se zahiere a propósito sin que tengan gran posibilidad de defenderse, o bien a enanos o personas deformes, cuya fealdad es para sus amos cruel motivo de risa. Su vestimenta es siempre ridiculizante, a veces un disfraz de brillantes colores alternados, culminado en un gorro con picos en forma de orejas de burro, o a veces un traje cortesano bastante lujoso pero con algún adorno que delata su condición, en forma de cascabeles, prendas hechas trizas o accesorios chocantes. Lleva generalmente un bastón con una cara esculpida, que los franceses llaman marotte, y que se suele considerar el símbolo de su oficio.

Algunos bufones han alcanzado cierta notoriedad, como William Sommers, llamado Will, al servicio de Enrique VIII de Inglaterra desde 1525, o como Jane, la compañera inseparable de Catalina Parr. Triboulet, al servicio del Rey de Francia, es tenido por impertinente aunque lúcido, lo cual sorprende si se tiene en cuenta su visible microcefalia. El astuto e intrigante Stańczyk, fiel al Rey de Polonia, es uno de sus mejores consejeros. Y toda una tropa de enanos habita en las estancias de la familia Habsburgo, de modo acorde al ritual por el que guían su protocolo.

miércoles, 15 de junio de 2011

Toledo (01).


Luego, poco a poco fue cesando el ruido y la animación: Los vidrios de colores de las altas ojivas del palacio dejaron de brillar, atravesó entre los apiñados grupos la última cabalgata, la gente del pueblo, a su vez, comenzó a dispersarse en todas direcciones, perdiéndose entre las sombras del enmarañado laberinto de calles oscuras, estrechas y torcidas, y ya no turbaba el profundo silencio de la noche más que el grito lejano de vela de algún guerrero, el rumor de los pasos de algún curioso que se retiraba el último o el ruido que producían las albadas de algunas puertas al cerrarse, cuando en lo alto de la escalinata que conducía a la plataforma del palacio apareció un caballero, el cual, después de tender la vista por todos los lados, como buscando a alguien que debía esperarlo, descendió lentamente hacia la cuesta del alcázar, por la que se dirigió hacia el Zocodover.
Gustavo Adolfo Bécquer, "El Cristo de la Calavera".

miércoles, 8 de junio de 2011

Lobos.

Esa cruz es la que hoy habéis visto, y a la cual se encuentra sujeto el diablo que le presta su nombre (...). En el invierno los lobos se reúnen en manadas junto al enebro que la protege, para lanzarse sobre las reses (...).
"Gustavo Adolfo Bécquer, "La Cruz del Diablo".

Asociado a la noche y al Diablo, no hay animal más temido y odiado que el lobo, considerado el símbolo de la crueldad.


El lobo tiene el mismo temor al hombre y al fuego que la mayoría de animales, y prefiere cazar a sus presas entre los animales salvajes. Sin embargo, no es raro que ataque a los ganados, y si un grupo de ellos se topa una persona desprotegida (como un viajero solitario, o un niño) podrían olvidar sus supuestos temores y actuar como los cazadores que son. El frío del invierno, con la carestía de alimento que le acompaña, les hace más proclives a esos atrevimientos y los arroja famélicos de lo profundo de los bosques, llevándoles a rondar las aldeas o a invadir, en la noche, las calles de los pueblos. Se recuerdan historias terroríficas, como la que narra que una manada enloquecida consiguió, en el siglo pasado, penetrar tras las murallas de París y matar a unas cuarenta personas antes de que pudiera ser exterminada. Los campesinos consideran necesario organizar batidas de caza para aniquilarlos, proteger a sus rebaños con perros, y vigilar bien a los niños, advirtiéndoles sobre el peligro con leyendas en las que el lobo aparece como una fiera diabólica... O más bien como un tonto, en un intento de exorcizar el terror que causa.

Las manadas de lobos suelen estar compuestas de una o como mucho dos decenas de ellos, con un territorio muy marcado en cuyo lugar más oculto se hallan las pequeñas madrigueras donde tienen sus camadas: Una loba puede tener cinco o seis lobeznos en el mismo parto, hacia el verano. Son guiados en su vagabundear o en la caza por una pareja de macho y hembra. No atacan con demasiada coordinación, pero son insistentes y pueden llegar a perseguir a su presa durante millas, mordiéndola en el vientre o en el cuello y luego retirándose rápidamente de su alcance, hostigándola hasta matarla. Sin embargo, si la presa muestra una resistencia lo bastante enconada, puede que se salve, haciéndoles abandonar...

El lobo es un animal que tiene en sí dos naturalezas propias: Aquella por la que es llamado rapaz, es decir, secuestrador, porque vive de la presa, y cuando se llega a algún lugar a robar, se va luego con mucho cuidado, y si llega a dejar una pista tras de sí, se coge las patas con los dientes y se las muerde fuertemente. La otra naturaleza es que le quita el vigor al hombre, si lo ve antes de que el hombre lo vea a él, y si es el hombre el que lo ve antes de que el lobo le vea, le quita el hombre el vigor al lobo.
"Libro della Natura degli Animali", siglo XIII.

Se dice que hay enfermedades causadas por la mirada de algunos animales, de manera similar al mal de ojo, y hay curanderos que lo tienen por cierto y dicen saber tratarlas. De todas ellas, la peor es la que causa el sapo, aunque el lobo también puede causarla, si estando alguien en el monte es visto por el lobo sin verle. Si esto es cierto o falso, queda a discreción del DJ. Si es cierto, tal vez sólo puedan causarlo ciertos lobos, e incluso puede que los que sean capaces lo hagan adrede, aunque sólo una vez por noche y persona. El vencedor de una Acción Opuesta entre la Habilidad Agudeza/Percepción del PJ y la del lobo podría hacer que el otro caiga enfermo, enmudezca repentinamente durante el resto del día, sufra efectos similares a los de la Desventaja Maldición, o simplemente no pueda defenderse de su siguiente ataque durante un turno. Por supuesto, el PJ ni siquiera tiene porqué saber qué está sucediendo, aunque seguramente una tirada exitosa de Brujería (con Dificultad Normal) se lo aclarará.

Se rumorea también que los lobos son capaces de percibir los espíritus de formas imposibles para los humanos, y que cualquiera que beba de la misma agua que un lobo, o de un charco que sea en realidad la huella de uno de ellos, caerá en la licantropía.

• Lobo.
Agudeza/Percepción Muy Bueno (se guía por el olfato), Esquivar Normal, Fortaleza Normal, Intimidación Bueno, Nadar Mediocre, Orientación Bueno, Pelea Bueno, Rastrear/Cazar Muy Bueno, Redaños Mediocre, Sigilo Mediocre.
Combate: Factor de Daño y Factor de Resistencia 0.
Movimiento: 7 m/turno, 28 m/turno corriendo.