lunes, 12 de septiembre de 2011

El arte galénica (01).

Mucho es lo que puede decirse acerca de las artes galénicas, de su larga tradición y de los bienes que deparan a los más necesitados, y sin embargo los médicos no suelen ser muy queridos. ¿Tal vez sea porque su presencia sólo se requiere cuando llegan el dolor y la enfermedad, cuando se siente la cercanía de la muerte, que a veces se sienta cierta desconfianza hacia ellos? Si un médico salva la vida de un enfermo puede recibir mayores agradecimientos y recompensas que los que nadie más recibirá en su vida, y en cambio, si no es capaz de hacerlo, su presencia (y no digamos cualquier intento de cobrar sus honorarios) será vista con suspicacia, recibiendo tal vez como únicas felicitaciones las de los enemigos del finado.

Sin embargo, aunque el camino de la medicina no sea amable, los que lo recorren suelen hacerlo con convicción y aún con orgullo. En un mundo en el que sanar no es fácil, aquellos capaces de alejar durante un tiempo más a la Parca pueden ser tenidos en mucho y, tal vez, alcanzar prosperidad y fama...

La Medicina y los médicos.
La Medicina como tal es una ciencia erudita, de arduo y prolongado estudio. Está basada, principalmente, en la lógica y en la física clásica. La primera se aplica a los datos conocidos sobre cada caso de enfermedad hasta alcanzar una demostración teórica sobre el origen y causa del problema, y desde ahí el Medicus Logicus, como se llaman a sí mismos los doctores, deduce los posibles tratamientos que puedan aplicarse para mitigar esa causa y hacerla desaparecer.

Esto último, desde luego, no puede hacerse si no se tienen los necesarios conocimientos previos, tanto de física como de fisiología y anatomía. La física, de la que es maestro y fundador Aristóteles, enseña (como es sabido) que hay en la Naturaleza cuatro principios, los cuatro Elementos de los que, en uno u otro orden y proporción, se compone la materia. El cuerpo humano no es una excepción, hallándose en él cuatro humores que se corresponden con los elementos: La sangre (aire), la bilis (fuego), la flema (agua) y la atrabilis (tierra). Estos humores tienen un orden establecido y armónico, no ya en el cuerpo humano en general, sino casi en el de cada individuo. Si ese orden se altera debido a la escasez o sobreabundancia de alguno de los humores, por causas como la humedad, la temperatura, el mal funcionamiento de algún órgano, la influencia negativa de algún astro o la ingesta de alguna substancia nociva, aparecen las dolencias y enfermedades. Por ejemplo, la aparición repentina de flema en un órgano seco como el cerebro lo humedece y causa la locura, o el aumento excesivo de bilis produce unos vapores cálidos en el interior del cuerpo que pueden dar lugar a enfermedades digestivas, o a dolencias respiratorias si han ascendido hasta el pecho cuando se enfríen y solidifiquen.


Todo esto se estudia en las obras clásicas de los mayores maestros de esos saberes, como Abulcarsis, Averroes y, desde luego, Galeno, pues, como en el caso de cualquier estudio universitario, la medicina está apoyada en la escolástica y no en la experimentación directa. Los médicos suelen ser personajes eruditos, a veces humanistas, que compaginan su práctica con otros intereses cultos, como es el caso de Girolamo Fracastoro, de Verona, que publica en 1530 el poema "Syphilis sive morbus gallicus", cuyo protagonista, Sífilis, le sirve para dar nombre a cierta enfermedad de reciente estudio...

Desde luego, este gremio de sabios está volcado en el trabajo teórico y no tiene ningún interés en dedicarse a ejercicios prácticos. Tras su diagnóstico, el médico anotará al paciente o directamente al boticario los fármacos necesarios en un recipe, una nota que siempre comienza con la palabra recipe, "tomad", o bien indicará el tratamiento a seguir, conste este de ejercicios, purgas, sangrías o lo que fuere...

En términos de juego, es necesario superar una tirada de la Habilidad Medicina con una Dificultad variable para diagnosticar cada enfermedad o dolencia y así saber qué tratamiento es necesario para curarla. Cada enfermedad es distinta y debería ser definida por el DJ, quien determinará cuales son los tiempos de desarrollo, los síntomas y los métodos de curación. Ese tratamiento puede necesitar reposo, fármacos y remedios y un número variable a lo largo de los días de tiradas de Medicina (si es necesario vigilar el proceso de la enfermedad) o Cirugía (si es necesario operar al personaje enfermo). El éxito de estas tiradas conducirá a la curación del personaje enfermo y al acortamiento de su tiempo de recuperación.

Eso sí, el médico evitará por lo general "rebajarse" a mezclar ingredientes ni a operar o abrir en modo alguno el cuerpo del paciente. Incluso esto último se lo impedirá el Juramento Hipocrático que pronunció al doctorarse, ya que le obliga a trabajar siempre por el bien de sus pacientes y a nunca hacerles daño... Esto quiere decir en términos de juego que cualquier tirada de Cirugía necesaria la hará quien se encargue del enfermo tras su diagnóstico, generalmente un barbero cirujano.

Otros doctores y sus sistemas.
Sin embargo, la postura antes descrita no es la de todo doctor en medicina. Algunos, por el contrario, se atreven a decir que no todo está en Galeno y que tal vez las causas de las enfermedades sean al menos en parte distintas de las que se piensa, y defienden la necesidad de conocer el cuerpo y sus problemas directamente. Hay quien cree que la cirugía puede mejorarse y perfeccionase si a ella se dedica alguien que tenga una profunda instrucción teórica, que se ha de recurrir a medios alquímicos en busca de nuevos medicamentos más efectivos o que ahorren dolores a los pacientes, y en definitiva que el oficio del médico ha de ser más experimental y práctico.

Entre estos médicos "revolucionarios" cabe destacar a Theophrastus Bombast von Hohenheim, conocido como Teofrasto Paracelso, quien, tras comenzar a dar clase en la Universidad de Basilea en 1527, fue expulsado al año siguiente. No sólo su rechazo a las fuentes clásicas es total, sino que gusta de dar sus clases en su alemán materno y no en latín. Cirujano además de médico, su campo de trabajo es lo que él mismo llama espagiria, que se mueve en muchos casos en el campo de la magia natural, la Hermética y la Herbolaria, e incluso según se dice toma ideas del curanderismo popular y la Brujería, por ejemplo al plantearse experimentalmente si es posible curar una herida poniendo un emplasto sobre la hoja del arma que la ha causado.

Sin embargo, más importante dentro del método espagírico es la fabricación de fármacos mediante la Alquimia, de la cual Paracelso es un gran estudioso, y cuyos resultados considera muy preferibles a la botica "herbolaria" tradicional. Su uso del láudano consigue paliar los dolores de cualquiera de sus pacientes, pero ha empeorado su reputación entre sus detractores, que le consideran un aprendiz de envenenador. Ha llegado a la conclusión de que las causas de las enfermedades no tienen nada que ver con los cuatro humores, entendiendo que pueden ser astrales, venenosas, naturales, espirituales y divinas, y que al menos los cuatro primeros tipos deberían poder ser curados con preparados alquímicos basados en las que él considera las tres esencias, sal, azufre y mercurio.

Desde luego, Paracelso no está solo y algunos otros médicos, entre ellos bastantes jóvenes, se plantean usar métodos como estos u otros similares, por más que den la espalda en ocasiones a la tradición de sus maestros. No todos, por supuesto, son tan radicales, pero sí llegan a sus propias y prácticas conclusiones. Algunos de ellos no dejan de escribir y preparar notas y estudios que, tal vez algún día, sean más que útiles al mundo.

Sobre la disección.
Mención aparte merece el asunto de la disección de cadáveres, con fines didácticos o de investigación. Nadie en su sano juicio sometería a maltratos o profanaciones el cadáver de un cristiano y desde luego abrirlo y despedazarlo lo son, así que la mayoría de médicos consideran que no tienen muchos motivos para hacerlo, sobre todo cuando la anatomía lleva siglos enseñándose de modo teórico y sin abusos de ningún tipo. Sin embargo, los médicos menos escolásticos no dudan en defender esta práctica, aludiendo a maestros medievales que acudieron a ella, como Avenzohar, sabio sevillano de la época mora, o el boloñés Mondino de' Liuzzi.

Lo cierto es que ante la necesidad de realizar disecciones humanas para estudio de las enfermedades o para enseñanza de los estudiantes universitarios, las autoridades permiten a determinados médicos o escuelas de ellos realizar cierto y limitado número de ellas al año. Las condiciones varían según los países, pero por supuesto el cuerpo utilizado siempre debe ser el de algún pecador fallecido sin confesión o de un condenado a muerte, y nunca de un buen cristiano, obteniéndolo por los cauces oficiales. Solamente las pueden realizar las personas autorizadas, generalmente el explicator chirurgiae de la facultad de medicina en presencia sólo de la congregación de los estudiantes y a poder ser bajo supervisión eclesiástica. Por supuesto, cualquier desviación de este procedimiento además de ilegítimo se considera sospechoso de posibles peores prácticas, con lo que tal vez el galeno en cuestión deba responder a un par de preguntas por parte de la Inquisición. En general, se sigue prefiriendo para la enseñanza la lectura y la disección animal, y sólo algunos innovadores centran sus clases en la opción más directa, entre ellos Vesalio, que publicará su famoso "De humani corporis fabrica" en 1546, dedicándoselo al emperador Carlos V.