Los poderosos del Renacimiento se esfuerzan en conocer al enemigo. El espionaje de los recursos de cualquier fuerza de Europa por parte de sus rivales es un hecho.
Una trama relacionada con el espionaje puede dar pie a argumentos rocambolescos, llenos de misterio, y con ello a partidas verdaderamente divertidas. Sin embargo, y al menos en este caso, deberíamos tratar de evitar que se conviertan en una traslación de determinados clichés propios del siglo XX a otro ambiente histórico, recurso facilón y discutible en el que se basan algunas ficciones actuales. Los lugares comunes a transitar deberían ser en cualquier caso los de la intriga a lo Dumas antes que los gadgets ingeniosos o los macarras metidos a gentlemen de la década de 1960, que caen en lo paródico con facilidad.
Reinos, ligas y repúblicas.
Hay que señalar que, pese a que el espionaje como tal haya existido durante toda la Historia, no existen en torno a ello costumbres ni estructuras cerradas (como las de los servicios secretos estatales del siglo XX, que es imposible no tengamos en mente al referirnos al tema). Ni siquiera es habitual que muchos Estados tengan embajadas permanentes en territorio vecino, cuanto menos una red de espías igualmente "permanente".
Sólo en ocasiones, pues, los círculos de espionaje serán fieles a Estados en sí. En este caso, que es el de España o Francia, los representantes diplomáticos no sólo representan los intereses de su patria cultivando la amistad con cortesanos y monarcas, sino que también mantienen sus propias redes de informadores que les mantienen al tanto de asuntos a los que oficialmente no deberían tener acceso. Además pueden, si es necesario, dar cobijo en el palacio de sus embajadas a agentes recién llegados, sean informadores, mensajeros... O asesinos.
Otros de estos círculos, de organización muy similar, estarán al servicio directo de monarcas antes que al de Estados, como es el caso de los espías del Papa, que pueden tener la misión de actuar contra algún arisco feudatario de su amo, pero dentro de los límites del dominio de éste. O bien, incluso, serán fieles a una facción influyente que no se corresponda exactamente con un Estado, como un pacto entre familias nobles poderosas con mano en varias repúblicas italianas, o una liga de gobernantes del Sacro Imperio, como la de Esmalcalda. El poder de estas facciones no debe ser subestimado, teniendo el alcance que tienen, aunque es posible que en algunos casos sus servicios de espionaje sean poco más que un grupo de informadores con más carácter de conjura ocasional o de sociedad secreta que otra cosa.
Objetivos del espía.
Una trama relacionada con el espionaje puede dar pie a argumentos rocambolescos, llenos de misterio, y con ello a partidas verdaderamente divertidas. Sin embargo, y al menos en este caso, deberíamos tratar de evitar que se conviertan en una traslación de determinados clichés propios del siglo XX a otro ambiente histórico, recurso facilón y discutible en el que se basan algunas ficciones actuales. Los lugares comunes a transitar deberían ser en cualquier caso los de la intriga a lo Dumas antes que los gadgets ingeniosos o los macarras metidos a gentlemen de la década de 1960, que caen en lo paródico con facilidad.
Reinos, ligas y repúblicas.
Hay que señalar que, pese a que el espionaje como tal haya existido durante toda la Historia, no existen en torno a ello costumbres ni estructuras cerradas (como las de los servicios secretos estatales del siglo XX, que es imposible no tengamos en mente al referirnos al tema). Ni siquiera es habitual que muchos Estados tengan embajadas permanentes en territorio vecino, cuanto menos una red de espías igualmente "permanente".
Sólo en ocasiones, pues, los círculos de espionaje serán fieles a Estados en sí. En este caso, que es el de España o Francia, los representantes diplomáticos no sólo representan los intereses de su patria cultivando la amistad con cortesanos y monarcas, sino que también mantienen sus propias redes de informadores que les mantienen al tanto de asuntos a los que oficialmente no deberían tener acceso. Además pueden, si es necesario, dar cobijo en el palacio de sus embajadas a agentes recién llegados, sean informadores, mensajeros... O asesinos.
Otros de estos círculos, de organización muy similar, estarán al servicio directo de monarcas antes que al de Estados, como es el caso de los espías del Papa, que pueden tener la misión de actuar contra algún arisco feudatario de su amo, pero dentro de los límites del dominio de éste. O bien, incluso, serán fieles a una facción influyente que no se corresponda exactamente con un Estado, como un pacto entre familias nobles poderosas con mano en varias repúblicas italianas, o una liga de gobernantes del Sacro Imperio, como la de Esmalcalda. El poder de estas facciones no debe ser subestimado, teniendo el alcance que tienen, aunque es posible que en algunos casos sus servicios de espionaje sean poco más que un grupo de informadores con más carácter de conjura ocasional o de sociedad secreta que otra cosa.
Objetivos del espía.
—¿Qué hacéis en esta ciudad?
—Hago de espía —respondió lisa y llanamente el capitán—. El señor de Estrosse me ha encargado de una misión secreta relativa a unos asuntos en Toscana: El hecho es que se le van los ojos detrás de Siena, no se consuela de estar exiliado de Florencia y espera recuperar algún día el terreno perdido. (...) Da lo mismo jugar a esto que al tarot de Bohemia.
Marguerite Yourcenar, "Opus Nigrum".
¿Qué busca un espía, y dónde lo busca? Sus objetivos son, en general, siempre los mismos: Conseguir conocimientos sobre la potencia rival de aquella a la que tiene lealtad y, en concreto, aquellos a los que no se puede acceder abiertamente, por estar relacionados con las fuerzas y las flaquezas que sería necesario poder ponderar con exactitud o aprovechar en caso de la ruptura de las hostilidades. Pese a lo que pueda parecer, esto no incluye sólo el estado de las defensas militares, sino también la confianza o descontento de los súbditos hacia su gobierno, la presencia o no de sociedades secretas, la producción y manufactura comercial y las infraestructuras oficiales como puertos y caminos.
Por si esto no fuera lo suficientemente amplio, debe tenerse en cuenta que el espía siempre está actuando contra el servicio de inteligencia del país en el que se halla, ya que no sólo es un objetivo conseguir información, sino también evitar que descubran que la ha conseguido (y si es posible, que ni siquiera descubran su presencia) y contra cualquier espía de una tercera potencia que pueda moverse en el mismo escenario (ya que también es un objetivo evitar, en lo posible, que otros cuenten con las mismas ventajas que uno).
Maestros Espías.
Evidentemente, este de "Maestro Espía" no es un título oficial: Se aplica a algunos poderosos, generalmente por parte de sus enemigos y con desprecio... Si bien sería difícil encontrar una mejor definición de la labor que cumplen esos cortesanos.
Podríamos llamar Maestro al líder en cada momento de un círculo determinado de espías. En el caso de un grupo al servicio de una nación, actuará como tal algún ministro o alguien de plena confianza del monarca, pero menos visible... O incluso el propio soberano, si no considera a nadie digno de manejar sus secretos. En cualquier caso, sus mejores enviados (como los mismos embajadores) están capacitados para dedicarle informes ocultos tras lenguajes indescifrables y códigos secretos sobre los asuntos que hayan podido investigar, y hacérselos llegar por cauces secretos.
Menciono dos ejemplos históricos de hombres que bien pudieran haber sido llamados Maestros Espías, el inglés Sir Francis Walsingham (1532 - 1590) y el castellano Don Bernardino de Mendoza (1540 - 1604), que aunque operaron en una época ligeramente posterior a la que nos ocupa, dan buena idea del espionaje en su siglo. El primero, siendo ex-embajador de Inglaterra en Francia, llegó a ser secretario de la reina Elizabeth I y se especializó en el control interno del reino, lo que incluyó desbaratar varios intentos de asesinato contra su soberana. El segundo, caballero de Santiago, se dedicó a lo opuesto: Apoyar y alentar conjuras y tramas pro-españolas en Inglaterra, donde fue embajador, siendo finalmente expulsado del país. Enviado a Francia con el mismo cometido, su embajada se convirtió en sede de numerosas conspiraciones y cuartel general del espionaje internacional católico en general y español en particular.
Por si esto no fuera lo suficientemente amplio, debe tenerse en cuenta que el espía siempre está actuando contra el servicio de inteligencia del país en el que se halla, ya que no sólo es un objetivo conseguir información, sino también evitar que descubran que la ha conseguido (y si es posible, que ni siquiera descubran su presencia) y contra cualquier espía de una tercera potencia que pueda moverse en el mismo escenario (ya que también es un objetivo evitar, en lo posible, que otros cuenten con las mismas ventajas que uno).
Maestros Espías.
Evidentemente, este de "Maestro Espía" no es un título oficial: Se aplica a algunos poderosos, generalmente por parte de sus enemigos y con desprecio... Si bien sería difícil encontrar una mejor definición de la labor que cumplen esos cortesanos.
Podríamos llamar Maestro al líder en cada momento de un círculo determinado de espías. En el caso de un grupo al servicio de una nación, actuará como tal algún ministro o alguien de plena confianza del monarca, pero menos visible... O incluso el propio soberano, si no considera a nadie digno de manejar sus secretos. En cualquier caso, sus mejores enviados (como los mismos embajadores) están capacitados para dedicarle informes ocultos tras lenguajes indescifrables y códigos secretos sobre los asuntos que hayan podido investigar, y hacérselos llegar por cauces secretos.
Menciono dos ejemplos históricos de hombres que bien pudieran haber sido llamados Maestros Espías, el inglés Sir Francis Walsingham (1532 - 1590) y el castellano Don Bernardino de Mendoza (1540 - 1604), que aunque operaron en una época ligeramente posterior a la que nos ocupa, dan buena idea del espionaje en su siglo. El primero, siendo ex-embajador de Inglaterra en Francia, llegó a ser secretario de la reina Elizabeth I y se especializó en el control interno del reino, lo que incluyó desbaratar varios intentos de asesinato contra su soberana. El segundo, caballero de Santiago, se dedicó a lo opuesto: Apoyar y alentar conjuras y tramas pro-españolas en Inglaterra, donde fue embajador, siendo finalmente expulsado del país. Enviado a Francia con el mismo cometido, su embajada se convirtió en sede de numerosas conspiraciones y cuartel general del espionaje internacional católico en general y español en particular.
El actor Geoffrey Rush como Sir Francis Walsingham
en "Elizabeth II: The Golden Age" (S. Kapur, 2007).
en "Elizabeth II: The Golden Age" (S. Kapur, 2007).
¿Y si el Maestro Espía es un desconocido, alguien cuyo verdadero cargo todo el mundo ignora? Esta opción es verdaderamente interesante: Puede que ese desconocido sea quien menos se espera, literalmente, incluso que dé sus órdenes e indicaciones por escrito o a través de otro personaje, imposibilitando el descubrimiento de su identidad.
Informadores y agentes de campo.
Informadores y agentes de campo.
No sucedió muy a menudo en la última guerra en la que él estuvo que tuviera que participar en hechos de armas, como ya se acostumbraba a hacer, porque en estos tiempos es costumbre proceder, sobre todo, con intrigas y engaños políticos.
Ermanno Olmi, guión de "El Oficio de las Armas".
Un círculo de espías estará compuesto por un número variable de ellos, que ni siquiera tienen porqué conocer a todos los miembros del grupo, coordinados a través de algún contacto local como estarán... La mayoría serán personas de cualquier clase o condición, con trabajos normales a tiempo completo, incluso con personalidades y aún rasgos fáciles de olvidar y muy comunes. Sólo en algunos momentos se les requerirá para informar o para algún encargo delicado, según sus habilidades. Sólo ante la necesidad de realizar alguna misión especial se enviará uno o varios agentes de campo, generalmente militares con los conocimientos o instrucción adecuados y podrá contar con los espías locales de su círculo para informarle o respaldarle.
Casos especiales constituirían los de personas que estén siendo útiles a alguna conjura (e incluso labrando seguramente su propia desgracia sin saberlo) como Constance de "Los Tres Mosqueteros" de Alejandro Dumas, o que sean obligados a participar en ella de un modo u otro, como el ex-sacerdote convertido en asesino "prescindible" que aparece en el cómic "El Escorpión" de Stephen Desberg y Enrico Marini, por poner un par de ejemplos de ficción.
Casos especiales constituirían los de personas que estén siendo útiles a alguna conjura (e incluso labrando seguramente su propia desgracia sin saberlo) como Constance de "Los Tres Mosqueteros" de Alejandro Dumas, o que sean obligados a participar en ella de un modo u otro, como el ex-sacerdote convertido en asesino "prescindible" que aparece en el cómic "El Escorpión" de Stephen Desberg y Enrico Marini, por poner un par de ejemplos de ficción.
2 Voces se alzan :
muy interesante la entrada, la verdad.
Supongo que en una esa época con grandes diferencias sociales los siervos de las personalidades serían el objetivo de los agentes espias activos: comprarles conversaciones oidas, o ponerlos en nómina para tener un sobresueldo.
Bueno, Athal Bert, eso es interesante, sobre todo en una época en la que no sólo hacerse regalitos interesados entre nobles, sino también dar "propinas" a los criados y enviados de estos, es considerado habitual e incluso de buen tono. Un soborno bastante delicado tal vez pueda camuflarse con relativa facilidad...
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